Moteros 5/3: Chimú
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martes, 18 de diciembre de 2012

Día 9: Directo al conocimiento precolombino


15/Diciembre/2012
Nos levantamos no muy temprano, a pesar que nuestra jornada era larga pues teníamos casi 400 kms. por delante antes de llegar a Chimbote y por si fuera poco queríamos visitar las ruinas de la ciudad de Chan Chan que están ubicadas cerca de la ciudad de Trujillo que es más o menos la mitad del camino. A las ruinas llegamos poco mas de las once y la verdad quedamos sin palabras. Es una ciudad inmensa con siete palacios construidos en adobe por la civilización Chimú en 1.300 d.C, que ocupan casi 30 km cuadrados. Es reconocida como la ciudad precolombina más grande de América y la mayor de adobe en el mundo; lo que quiere decir que cuando los españoles llegaron, las ciudades que encontraron en América eran más grandes que las que ellos tenían en su país “y nos llamaban salvajes -creo que los salvajes fueron otros”. El recorrido fue guiado por  Maritza una mujer peruana muy apasionada por su cultura y orgullosa de su raza que la verdad hizo del recorrido algo muy enriquecedor. Por ejemplo nos enteramos que “huaca” significa templo dedicado a los dioses o lugar sagrado y, que la cultura Chimú desarrolló algodón natural de colores: blanco, crema, marrón, verde claro y rosado.

De ahí partimos hacia Trujillo pues nuestra guía nos dijo que no podíamos irnos sin conocer su Plaza de Armas ni haber ido a las Huacas del Sol y de la Luna que estaban a unos 10 kilómetros de la ciudad.



Efectivamente la plaza es muy hermosa y colorida, y las huacas fueron un regalo inesperado pues no pensábamos ir a verlas ni sabíamos que existían. Son dos templos en forma de pirámide sencillamente impresionantes, fueron construidas por la civilización Moche años antes de la civilización Chimú. Los templos del sol y de la luna a pesar de estar saqueados por los invasores están muy bien conservados. En el del Sol están haciendo trabajos por lo que no pudimos ingresar, el único que está abierto para visitantes es el de la Luna, en el que además de la imponencia de las estructuras también pudimos observar las pinturas indígenas con colores naturales: azul, rojo, amarillo, negro, blanco.



Luego de visitar estos lugares sagrados y alimentar nuestro espíritu con conocimientos de nuestros antepasados peruanos -algo debemos tener de ellos-  nos fuimos a alimentar nuestro cuerpo que ya estaba algo débil. Almorzamos en las cercanías de las huacas de sol y la luna con comida típica peruana: chicharrón de pescado y una especie de asado cocido bajo tierra, todo muy rico.

Y ahora sí a coger camino rumbo a Chimbote, pero… Tanto conocimiento antiguo nos hizo olvidar los avances tecnológicos y que teníamos intercomunicadores, lo que llevó a que en el momento de tomar nuevamente a la Panamericana unos paráramos por gasolina y los otros siguieran la carretera sin vernos. No se imaginan la angustia, nos habíamos separado unos cuantos kilómetros una moto de la otra y sin vía de comunicación ya que a esa distancia los intercomunicadores no funcionan…. ¿Y ahora?

Pues nada, a los que íbamos atrás nos tocó acelerar para tratar de alcanzar a Lucho y Ana, confiando en que ellos pararan o disminuyeran la velocidad al ver que no nos veían y nunca nos hemos separado tanto -siempre en el camino cuando nos dejamos de ver, paramos a esperarnos unos a otros-. Menos mal -al no vernos- ellos habían parado a preguntar si iban por la vía correcta y pudimos alcanzarlos unos 30 minutos después.

Finalmente, como a eso de las ocho de la noche, arribamos al mayor puerto pesquero de Perú a buscar dónde hospedarnos. Encontramos el Hotel Cantón cerca al puerto en el que pasamos la noche.

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