Moteros 5/3: Machu Picchu
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lunes, 31 de diciembre de 2012

Día 15: Directo al encuentro con una de las Maravillas del Mundo: Machu Picchu

21/Diciembre/2012
Muy animados nos levantamos como a las cuatro de la mañana, salimos y todavía estaba muy oscuro, nos habían dicho que teníamos que estar media hora antes en la estación, y como por nada del mundo queríamos perder el tren, muy juiciocitos llegamos a tiempo. En la estación estaban vendiendo chocolate caliente con sanduchitos de pan con queso y como no habíamos desayunado, pues quién dijo miedo a comer se dijo. Lo que no calculamos es que el chocolate estaba literalmente hirviendo por lo que Ana, Beldys y yo quedamos con un lindo recuerdito en el paladar.
Llegamos antes de las siete a Aguas Calientes, con mucha pena, pues era el solsticio de verano y precisamente este día el sol entra a las seis de la mañana justo por una de las ventanas del templo del sol, pero ni modos, nos lo perdimos.

Nos dirigimos a la parada del autobús para subir a la entrada de la ciudadela (otro atraco 17 dólares ida y regreso) y a comprar los boletos de entrada que gracias al carnet de estudiante y a ser Colombianos nos salió mucho más barato, es lo único barato allí (porque esto si lo maneja el gobierno peruano y no un monopolio extranjero) diez minutos después estábamos allí, en el conjunto cerrado más exclusivo que jamás haya visto, los señores incas sí sabían cómo vivir.
Lo primero que he hecho las dos veces que he tenido la fortuna de estar allí, es imaginar cómo sería la vida en este sitio en tiempos del Inca, y siempre llego a la misma conclusión: ¡que bacano debió ser vivir en este sitio! por un costado la vista a una cadena de nevados y por el otro -en cambio también- el rio pasando a los pies de la montaña que  por lo pendiente de su cuesta da la impresión de que la ciudad estuviera volando. Contaba con lo último en tecnología de la época, como calendario, puntos de referencia que vendría siendo como el GPS, acueducto, observatorio, supermercado incorporado (solo era ir al huerto y recoger), jardines, templos a la vuelta de la esquina, un clima agradable -lo único malo es que por ser cabecera de selva llueve mucho-, en resumidas cuentas  “qué construcción tan volada”. La forma en que estos ingenieros y arquitectos no peleaban con el terreno sino que sencillamente se adaptaban a él, es algo que deberíamos aprender.

Después de pensar todo esto en mi cabeza, a lo que vinimos, a gorrear guía -jiji-, ya que no pagamos este servicio debido al dicho común de la tierrita “donde comen tres, comen cuatro”, pues donde escuchan seis, escuchan diez -jaja- y tan solo hay que hacerse el que está tomando fotos y ya. Así hicimos la primera parte del recorrido por la ciudadela. Como la primera vez que fui no pude subir a ninguna de las montañas cercanas a la ciudadela no podía dejar pasar esta oportunidad, así que después de aprovechar al máximo nuestra visita guiada, empezamos el ascenso a la montaña Machu Picchu de la cual se han tomado las fotos más conocidas de la ciudadela; la subida es brutal es como subir el edificio Colpatria unas tres veces, lo único es que se hace rodeado de bosque nativo y respirando aire puro, además con una vista inigualable, gracias a Dios el cielo estuvo despejado la mayor parte del tiempo -el camino me trajo recuerdos de mi niñez-.

Lucho se nos perdió en la ciudadela, Ana se quedó en la primera estación y dijo que continuaría a su paso, finalmente sólo quedamos mi esposa y yo, ascendimos a buen paso y gastamos poco menos de hora y media entre foticos, paradas de descanso y los ánimos que nos daban las personas que ya venían cuesta abajo. 

Al conquistar la cima, los que ya estaban allí nos saludaron calurosamente, a pesar de ser de múltiples lenguas y nacionalidades no se podía negar una sonrisa ni un saludo a nadie, todos estábamos en este sitio como hermanos y hermanas, como humanos que somos admirando las maravillas de la naturaleza, habíamos conquistado la montaña -siii- cada quién con una intención distinta e igualmente respetable: algunos esperando un cambio en el universo de acuerdo con la profecía Maya, otros una conexión directa con el Inca mediante el ritual de enterrar el cristal (se dice que al enterrar un trozo de cuarzo en la montaña y conservando una parte del mismo, se tendrá siempre una conexión con Machu Picchu, como dijimos nosotros al saberlo “wi fi directo”), otros -como nosotros- simplemente por disfrutar de un lugar tan mágico rodeado de historia oculta que ningún arqueólogo podrá saber a ciencia cierta -mejor así pues queda mucho para la imaginación-. Lo cierto es que al tocar con nuestros pies las mismas piedras que tocaron hace cientos de años los pies de nuestros ancestros sentimos su energía.

En la cima compartimos con algunos hermanos Peruanos, Argentinos, Japoneses -entre otros-, historias de vida, pensamientos, mientras esperábamos que la montaña abriera el telón para observar desde el pico ubicado a 3080 msnm la centenaria construcción, pero... esto nunca pasó. Llegó el medio día y el guarda parques nos dijo que teníamos que bajar pues no podía estar nadie después del medio día arriba; curioso personaje éste: un inca como muchos que se siente orgulloso de su raza, que entre otras cosas nos contó que la montaña cada año se cobra su tributo de sangre, pues cada año según él muere algún turista en dicho lugar por causa natural o por accidente –aunque las investigaciones arqueológicas no han encontrado indicios de que en Machu Picchu se realizaran ofrendas humanas sino sólo de animales como las llamas-.

Para nosotros no importó el hecho que la montaña hubiese estado nublada, simplemente fue disfrutar el camino, la naturaleza y la ofrenda de dar algo de cada uno de nosotros por conquistar la cima, esa fue nuestro tributo a la montaña. 

Al bajar, nos enteramos que Ana también hizo una ofrenda bastante grande, pues a pesar de su estado físico no renunció y casi logra la cima, aunque la bajada le pasaría factura más adelante.



Después del duro descenso hicimos, otro recorrido por la ciudadela -no todos los días se está en Machu Picchu-, eso sí nos llovió toda la tarde. Finalmente, ya a eso de las 4 de la tarde no encontramos a Lucho así que tomamos el autobús de regreso a Aguas Calientes, para almorzar  -como se ha vuelto costumbre- cerca de las cinco de la tarde y a buscar hospedaje, pues nuestro tren de regreso estaba programado para las cinco de la mañana del siguiente día.

El día terminó con un paseo por Aguas Calientes con el grupo reunido y una copa de vino en el hotel.

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